Los hechos y/o personajes de esta obra son ficticios, cualquier similitud con la realidad es pura casualidad.

viernes, 10 de febrero de 2012

Fuoco Ardiente

David coducía en pensativo silencio. Aún cargaban con al menos dos tercios de la droga que inicialmente tenía el camión. A su lado estaban Santiago, Natalia y Rolando.

 - Bueno! Al menos el doctor dejo claro que Tadeo está bien! - Dijo Rolando, algo más animado.
 - Si chabon... pero que vamos a hacer con este camion? - Dijo Natalia.
 - Es algo que to tambien me planteo - comento Santiago y miró a David.
 David los miró pero no en profundidad, sino como quien simplremente miora meditando, planificando. Sin dejar de prestar atenciíon delante.
 - Encima tiene nuestras huellas por todos lados, y la sangre de Tadeo.
 - Huy es verdad! - Rolando se apresuró a sacarse la remera y con ella se dispuso a limpiar la sangre de su amigo.
 - Esperá Rolo que todavia no sabemos que vamos a hacer... ¿Adónde estás yendo David?
 - A sacarnos de encima esto...


Capítulo 89

 - Lo único que se me ocurre sería tirarlo al río Suquía y hacer que... - Santiago volteó y miró directo a Natlaia - Haya una crecida constante... - Sonrió.
 - Ah claro.... todo yo. ¿Y porque no lo metemos bajo tierra? - Reprochó Natalia. - Así aunque sea nadie se tendría que comer el viaje de mantenerlo constantemente oculto... gastando fuerzas en la crecida de un RIO!
 - Fue... ¿sale abollarlo hasta que quede en modo llavero de bolsillo, Rolo?
 - ¡Ja! si, ¡bancame un par de añitos y te lo hago! - Respondió sarcástico Rolando, que seguía frotando con fuerza las manchas carmesí...
 - ¿Vos sos otro de los que se acaloran rápido, no?... pero a vos se te ocurre nomás... mirá que hay una dama presente!
 - ¡Eso...!  - dijo Natalia
 A David se le escapó un resoplido irónico.
 - ¡Y también está la Nati! ¡Que es una menor! - Completó Santiago y echó una carcajada. Parecía como si las charlas entre amistades fueran el anestésico aliviante de haber tenido que hacer lo que hizo dentro de ese frío hospital.
 - Quisiera saber que tiene en mente David... o a donde carajo estamos yendo...
 - Vamos a visitar a alguien que puede hacer arder las pruebas...
 Hubo miradas de complicidad y todos entendieron el mensaje.

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A veces un buen impacto psicológico produce resultados mucho mejores que mil impactos físicos para corregir a alguien. Muchas veces basta con intimidar o traumar al otro para lograr una dominación implícita... silenciosa.

 Dos chicos están acorralando a un perro rengo en la esquina de una casa. El perro amaga con correr, lo acorralan. Logra escaparse y meterse en un baldío. Los chicos le dan alcance. Uno de ellos trae consigo una cuerda gruesa y sucia, el otro dos enormes piedras.
 El perro es manchado de marrón y negro en el lomo, de pelaje terriblemente suave , pese a su condición de calle. Está rengo en su pata delantera izquierda, la cual le llega sólo hasta el codo y se corta en un pequeño muñon. Obviamente no es de ninguna raza definida.
 El primero de los chicos se le acerca y lo empuja, el perro reacciona instintivamente y salta en sus patas traseras contra él. El chico responde abrazándose a todo el torso del animal e inclinándose hacia adelante, cayendo de lleno sobre este. Luego le ata el cuello con la cuerda y ajustándola.
 - ¡Está rabioso! ¡Está rabioso! - grita, mientras el perro ladra desenfrenado, babeándole y mordiéndole mientras puede.
 El perro queda tirado boca arriba intentando deshacerse de la correa que le quita el oxígeno lentamente. El segundo chico ahora se aproxima con una roca del tamaño de una plancha y la levanta por encima de su cabeza.
 El perro se queda lentamente sin aire y los ladridos se transforman en tos bramante. Aun se mueve con desesperación.

 El sadismo infantil...

 En cuanto el segundo está por dar el piedrazo contra el pobre animal, una mano le toma del hombro y lo levanta y lo zamarrea, haciendo que suelte su contundente carga. Lo mismo sucede con el primer chico, que inevitablemente deja de ajustar el cuello del perro y suelta la cuerda.
 El perro vuelve a respirar, dolorosamente y huye en cuanto puede.
- No quiero volver a verlos hacer eso - Les dice una voz metálica. Lo ven detenidamente, es un  joven alto, delgado, vistiendo una campera negra  y...


...Una máscara de gas.
 - No quiero verlos nunca más... -
 Saca un encendedor del bolsillo interno de su chaqueta.
 - Nunca.

Click!

 Las llamas se inflaman ferozmente, envolviéndolo todo. Los niños se abrazan. El fuego los rodea rápidamente. De pronto todo es infierno. Y el hostigador tiene mirada de cara negra, plástica y ojos de fuego.
 Los niños lloran, sienten como el calor abrasador se acerca a sus codos y sus rodillas, como la goma de las zapatillas calentándose se torna intolerable.
 - ¡Perdón!¡Perdón!¡Perdón! ¡¡¡Aaahhhh!!!

 De un sólo golpe todo el fuego retrocede, se contrae y es succionado nuevamente por el encendedor que se cierra.

 ¡Click!

 - ¡VAYANSE! - Grita la voz metálica.

 Los chicos tembleques se paran como pueden, renguean un poco debido al miedo, pero corren a gran velocidad del lugar.

 Rafael comienza a caminar hacia su casa. Se quita la máscara y respira el aire puro y directo nuevamente. Su campera emana olor a humo.
 -  Jeje...
 Al hacer una cuadra ve al perro rengo que se le aproxima, todavía con la cuerda atada a su cuello. Se acuclilla y le desata el flojo nudo que le apresaba, lo mima un poco y continúa su marcha.
En cuanto dobla a la esquina ve un enorme camión estacionado frente a la casa, la primera reacción es esconderse. Pero divisa a David descendiendo de él, luego a Santiago, a Natalia y por último Rolando, con el torso completamente embadurnado de sangre.
 - ¡La puta madre! ¡¿Qué te pasó?!

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