Los hechos y/o personajes de esta obra son ficticios, cualquier similitud con la realidad es pura casualidad.

sábado, 10 de diciembre de 2011

-0.53 ºC

- ¿Cuanto es...?
Y, serían diez pesos, señora.

Le extiende la mano con el billete con la cara de Juan Manuel de Rosas.
El comerciante se dispone a juntar moneditas de la caja...

- ¡No! pero te dejo sin cambio a vos.
- No, no. No se haga problema... 

Le devuelve el equivalente en monedas. La señora las guarda en el bolsillo. Camina hasta el restaurante más cercano. Toma asiento. Pide algo para cenar. Come. Cuando termina de cenar se dispone a dejarle todas las monedas de propina al mozo. Y cuando está por sacarlas...

- ¿No tiene una moneda...?
- No, no tengo...
- Por favor señora. - El niño le acerca la estampita.
- Te dije que no.
- Para qué le voy a dar plata si seguro va a dársela al padre para que se ponga en pedo - Piensa.

El chico se concentra en otra cosa. Está acostumbrado al rechazo de la gente. A que lo miren hacia abajo. Al desprecio. A la interpretación errada que la mayoría tiene de los símbolos. Al valor de una gorra en la cabeza. Al prejuicio de la gente. Conoce el valor del dinero. Sabe que no es tan fácil conseguirlo. Sabe que, en estos casos, está a la merced del otro. Pero detesta la mentira. Y busca hacer justicia en defensa de toda una clase social.

Capítulo 87

El hombre del diario lo ve venir, pliega levemente el papel. Toma rápidamente la agenda y la retiene contra su pecho.

- ¿No tiene una moneda...?

El hombre no hace más que mirarlo, seriamente. Ya ha estado ahí, ya le ha dicho que no repetidas veces. ¿Acaso el niño es idiota o no entiende?

Sale un mozo y le pide al chico que se retire. Él obedece.

El intermediario se guarda la agenda en el bolsillo interno del saco, termina de plegar el diario, lo deja sobre la mesa. Llama al mozo. Él le trae la cuenta. Paga. Se pone de pie y camina hasta su auto.

El joven de hielo trota hacia el niño.

- Creo que la cagué... - se ríe el chico inocentemente.
- Tomá. - Le da los doscientos pesos. - Gracias

Sigue trotando el joven de hielo. Se asoma a una esquina.

El intermediario se acerca a su auto, mira que la calle esté bien deshabitada, sube. Acomoda un par de papeles.

El joven de hielo se para por detrás del auto, extiende los brazos...

El intermediario intenta encender el automóvil. No lo logra. No arranca. Comienza a sentir un frío creciente. Se intensifica muy rápidamente. Comienza a desesperarse. Intenta abrir la puerta pero los brazos se le mueven torpemente, las muñecas chocan contra el vidrio y contra la puerta, pero no tiene uso fino de los tendones. Intenta gritar pero ya no siente la mandíbula inferior. Puntadas heladas en el cerebro. Se desespera aún más, intenta pararse dentro del mismo auto, las piernas entumecidas, como dormidas, pero heladas, se mueven con dificultad. Se retuerce e un doloroso silencio. Comienza a ver borroso. Cae a un costado, desvanecido.

 Se abre la puerta del acompañante con una mano envuelta en una remera. Le extrae la agenda. Se cierra la puerta.

Se vuelve a abrir la puerta y la mano busca sentir si el hombre todavía respira....

Afortunadamente aún lo hace.

Respira hondo el joven de hielo. Cierra la puerta y revisa la agenda casi inmediatamente, camina un poco hasta el pórtico de una casa antigua, se sienta en el escalón de entrada y, a la luz del alumbrado público, lee.

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Santiago tiene los ojos llorosos.

- ¿No le dejás algo a tu hija para decirle...?
- No... ya le dije mucho, muchas cosas... - Responde la anciana.
- ¿Y a alguien más? Despedirte de alguien...
- Y si, me gustaría escribir una carta pero.... pero...

Se  mira las muñecas, débiles y delgadas. Pálidas.

- Yo la escribo por vos. - Responde Santiago.

La anciana sonríe. Él ni siquiera sabe aún cómo se llama, o como se apellida. Para algunos médicos la anciana es sólo un número, una cama ocupada, una clienta. Para la hija quizá sea sólo un gasto, pero obsesivamente necesario. Pareciera como si sólo Santiago fuera el único que la escuchase entre tanto caos.

 Emocionado, Santiago empieza a escribir todo lo que ella le dicta....

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