Cuestiones de la vida

Capítulo 54

Santiago tenía dos hermanos. Uno varón que nació cuatro años más tarde que él, y una pequeña hermana, que ahora tendría poco más de tres años de edad.

Ese día estaban sin sus padres. Santiago estaba tirado en su cama, y, reflexionando sobre la vida cayó en un profundo sueño. Su hermano menor está cuidando a su hermanita.

Santiago ignoraba completamente la situación actual de Mariana.

- Santi, cuidala a la cachi*, que me baño... - dice su hermano.

La puerta de la habitación de Santiago estaba cerrada y él tenía la cabeza bajo la almohada. No alcanzó a distinguir nada de lo que le dijo su hermano, pero, sin haber interpretado nada, comenzó a despertarse.

En unos tres minutos, Santiago levantó la cabeza, se marcaban en su cachete las arrugas de las sábanas. Miró al balcón...

Sin saber por qué , tuvo ganas de subirse al techo. Ese lugar siempre lo dejaba reflexionar...

Victoria veía, desde la habitación de Andrés, el pasillo, grande y largo. Con las puertas de ambos lados cerradas. La de la izquierda con Santiago saliendo por un balcón y la de la derecha con Andrés bañándose.

Cuestiones de la vida... uno da una orden, el otro se niega a cumplirla por tal o cual motivo, ninguno piensa en ceder y entonces nadie la cumple...

Pero cuando la órden es cerrar las puertas que dan al patio, y de pronto la pequeña Victoria, quien ya ha bajado las escaleras, las abre y sale... es ahí cuando ambos se darían cuenta del error...

Es una lástima que Santiago esté en el techo y Andrés bañándose.

¡Cuestiones de la vida! quién sabe qué fuerzas nos impulsan desde adentro como a Santiago a subirse al techo o a Victoria a terminar parándose en el borde más profundo de la pileta...

Ella sabía que no debía jugar en ese borde, pero quizá sea que lo prohibido es también lo más tentador. Y quizá la tentación resulte terminal.

=========================================

Méndez tenía un abanico de posibilidades delante suyo, podía traficar drogas, conseguir armas de terrible calibre por precios bajísimos, extorsionar prostitutas, dejarse coimear, cualquier cosa...

Pero sin embargo, no lo hacía. No había matado nunca. Pese a tener compañeros que asesinaron más de una vez, a sangre fría, a inocentes desarmados...

Le había apasionado el detectivismo desde chico, pero fue un proyecto que dejó morir.

Tenía familia que proteger, y no podía hacerlo con un nombre sucio. No llevaba el nombre y el rango a la vista, como todo policía, sino que se lo había descocido de la camisa celeste, para que nadie lo pudiera identificar luego.

Tenía una esposa que tenía más espalda que él. "Pero es mi gorda" pensaba siempre. Además de los dos hijos, uno de seis y el otro de ocho. Si, se había casado con más de cuarenta años, y era padre. Gracias a su antigüedad de trabajo en la central, se podía dar el lujo, de vez en cuando, de quedarse en casa para jugar con ellos.

Se mostraba autoritario casi todas las veces, pero perro que ladra no muerde. La razón de su carácter no era otra más que su propio miedo. Miedo a perder el control de las cosas y que se le vayan de las manos. Miedo a que termine en una tragedia.

Que había metido trompadas, nadie lo negaba, había dado sus buenos golpes y, todavía ahora, lanzaba unos derechazos interesantes.

Su pasado pueblerino lo había criado macho desde el comienzo. Sin miedo a nada. Aguerrido, aprendió a masticar el dolor físico de manera inigualable. Cuando se lastimaba la mano cortando caña, o se le llenaban de janas por agarrar las tunas sin pelar, ninguna queja brotaba de su boca. Así se le fueron formando los callos en las manos. No tenía miedo al dolor físico, sino que temía a los espantos.

Esos horribles espantos que azotan la noche de los pueblos. ¿cuánto miedo habrá pasado en la solitaria habitación de campo cuando tenía sólo siete años? No era miedo a que llegaran ladrones, no. En los pueblos no se robaba tan seguido, no se necesitaban rejas en las ventanas. Todos eran humildes en sus casitas de adobe con techos de paja.

No, era miedo a algo más grande, mucho más poderoso que un ladrón. Temía a los espíritus en vela, a los fantasmas del pasado, a las apariciones, a los cuadros que se movían cuando uno no los mira fijo. Y mientras más se internalizaba en ese miedo, más cuenta se daba de que las sábanas no servirían de nada si algún demonio venía a jalarle de los pies. más se daba cuenta de que los golpes eran sólo una parte de una tortura psicológica. Demonios de mil formas distintas, Mujeres que se transformaban en corzuelas, Personas que desaparecían y volvían a aparecer, apariciones de gente muerta. Todo era motivo para temer cuando te encuentras solo en una habitación que te parece enorme y toda tu defensa se reduce a una sábana y una frazada, (y un poncho extendido, en los días de frío.), pero todas defensas fisicas en fin, tan superables como todas.

============================================

- En pocos días se va a dar inicio al juicio, piba, ¿sabés? así que sentite bien... A muchos les gustaría pasar tan poco tiempo en prisión preventiva como vos vas a pasar...

Mariana no respondió.

- Pero, claro, dicen que como es un caso tan evidente, buscan blaquearlo lo antes posible, declararte culpable, y pasarte a prisión común rápido.

Mariana bajó la cabeza.

===========================================

Santiago mirando justo al frente de su casa, pensando en todas las cuestiones que azotaban su cabeza, escuchó un leve chapoteo en el patio trasero...

(*) Apodo cariñoso para la hermana menor.

Capítulo anterior.__________Capítulo siguiente.