Y más descripción.

Capítulo 51

Mario sudaba frío. No podía creer que el joven en el cual había confiado le hubiera podido hacer eso…

- ¿No le pusiste azúcar? – Rió el joven de fuego.

Mario lo miró con temor, esperando desmayarse o algo. Luego se fue a seguir escupiendo el líquido al césped, hacía demasiado que no bebía café pero aún así, éste era bastante amargo.

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A Paula le hacía sentir muy extraña su poder. ¡Dependía totalmente de los otros!

El máximo período de tiempo que llegó a notar la permanencia de los poderes de alguien a quien hubiera tocado, era de 40 horas. Su retención mejoraba.
Además Paula era la única que no se quedaba con las ganas cuando los otros afirmaban sentir algo “incomparable e indescriptible”. No, ella simplemente les rozaba la piel y CHOF! Podía sentir lo que ellos sintieran.

Parecía una habilidad totalmente dependiente de las demás personas que tuvieren superpoderes… Sin embargo, comenzó a notar que los límites estaban bastante más alejados de lo que ella creía…
Tenía el contacto con los miembros de su familia clásico, el mismo que cualquier chica adolescente tendría. Fácilmente llegó a la conclusión de que ningún miembro de su nudo familiar tenía habilidades sobrehumanas.

Sin embargo, tras tocar a su madre, lograba, casi intuitivamente, condimentar las comidas de la misma manera exquisita como ella lo hacía. Podía absorber no sólo superpoderes, sino habilidades en general de toda clase. Que luego ponía en práctica pero sólo de manera intuitiva.

Así, una vez tocó a Antonella y logró picar contra una pared y dar una mortal hacia atrás.

Poco más de cuatro días mas tarde lo intentó de nuevo, poco convencida de poder lograrlo. Pero el resultado fue bastante positivo, de no ser por caer sentada por el impulso del rebote.

Sólo le tardó dos intentos más dominar la técnica. Y aquella vez no era “robada”, sino aprendida.

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Todas las cosas que podía hacer ahora Mauro eran innumerables. Desde que había notado que tenía su habilidad no había dejado de entrenar. Pensaba que lo mirarían raro cuando se dieran cuenta de que él podía hacer esas… cosas sobrenaturales…

¿Cómo se lo diría a su padre?

…

¿Se lo diría a su padre alguna vez?

Había intentado contarle toda su historia a su novia, Ana, pero no lo había logrado. Hacía tiempo que no se reunía con el grupo. Pensaba que era por el bien de todos, tal vez su poder se pudiera salir de control y podría lastimar, y muy severamente, a alguien que le importase.

- Es complicado y simple al mismo tiempo – pensaba.- Es sólo cuestión de mirar fijamente, o incluso con seriedad o ira, y concentrarse un poco para que PUM! Se rompan las leyes naturales de este mundo.

Suspiró y se dijo que aún debía investigar mucho…

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Maqui veía su casa muchísimo mas pequeña que antes, le bastaba con girar la cabeza estando en su habitación para estar al instante para abrirle la puerta a quien viniese. Eso sí, tenía que moderarse, pues su habilidad no dejaba de hacerla sudar… ni de cansarla.
Según su punto de vista, al utilizarla, veía todo en “cámara rápida” como quien le pone Fast Forward a una película. Sentía el aire intentándo quedarse quieto antes de que su rostro fuera impactando contra él. El pelo se dejaba elevar lo más que podía y su nuca se volvía turbulenta.
Claro que el poseer supervelocidad no le aumentaba los reflejos, no le aumentaba la resistencia atlética ni la fuerza en sus músculos ni le daba mayor agilidad. No razonaba a más velocidad ni tampoco podía transmitir mensajes más rápido. (Salvo, claro, que el medio o el interlocutor estuvieran a su ritmo.)

Le costó bastante aprender a dominar la inercia. Similar al caso de Tatiana, su habilidad era como un “activar o desactivar” constante, pero paulatino. Es decir, o su velocidad adquiría aceleración positiva o adquiría aceleración negativa, pero no podía, como Marino, teltransportarse. Así fue como sucedió aquella vez en que llegaba tarde a una cita urgentísima sobre la misma calle de su casa. Ni bien pudo cruzar el boulevard potenció lo más que pudo su velocidad. Resultó muy efectivo ya que era en una calle prácticamente desierta, y de noche, afortunadamente. (Porque si hubiera sido de día, esquivar a los peatones hubiera estorbado mucho más el paso.)
Cuando se quiso dar cuenta, el lugar al que deseaba ir estaba exactamente al lado suyo. Y, esforzandose de sobremanera concentró demasiado repentina y fuertemente su cabeza a FRENAR.

Sus pies se clavaron en el piso…
El resto de su cuerpo no, así que rodó por lo menos media cuadra más.
Sin mencionar que después de eso sufrió el desmayo por sobrexigirse.

Agradeciendo que no se haya desnucado ni que le hayan robado, fue despertada por una pareja de ancianos que iban caminando. Obviamente no les confesó nada. Y cuando ellos preguntaron qué le había sucedido, respondió que padecía hipotensión. Se vio rodeada de hojas secas, un par de bolsas plásticas y tres o cuatro páginas de cuaderno. Dedujo que habían llegado hasta ella persiguiéndola cuando tomo velocidad y aterrizando allí en cuanto frenó.
Se paró, e inmediatamente pudo volver en sí, trotó normalmente hacia el lugar.
Habían cerrado hacía ya una hora. La hora en que ella dormía.
Su pareja, Federico, se mostró desconforme sólo en los tres primeros mensajes, mas luego admitió y demostró preocupación verdadera y profunda. Él aún no lo sabía. Solo Antonella había logrado sonsacarle e intuir la información.

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Macarena practicaba todas las noches. Ahora ya controlaba la metamorfosis parcial bastante más que antes. Aunque no sabía qué utilidad podría tener, le divertía muchísimo armar un colage con su propio cuerpo.
Lograba cambiar sólo una parte del cuerpo independiente de lo demás. Hacerlo con dos partes le resultaba aún demasiado trabajoso y podía mantenerlo por muy poco tiempo sin que comenzaran las puntadas en la cabeza.
Es decir, si ella quería, ahora podía dividir su concentración, para no modificar todo su cuerpo, sino sólo una porción.
Una noche se miró a si misma en el espejo de su living y transformó su brazo izquierdo completo en un brazo ancho, negro y marcadamente musculoso. Todo el resto de sus partes permanecieron con la misma pigmentación original de Macarena. Entonces se concentró todavía más y, manteniendo el brazo moreno, hizo que su pierna izquierda se vuelva grasosa, celulítica, flácida, y enorme, tornando su color a un punto intermedio. Comenzaba a sentir el dolor de cabeza cuando se puso ojos azules. El dolor fue intenso y rápido, y la obligó a volver a su forma original. Pero la carcajada que debió contener tras verse en ese “estado” fue mayor aún.

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- El café puro sabe horrible, ¿no?

- ¿Es café puro?

- Si, bueno, con leche... ¿qué mas va a ser? Yo le tuve que agregar ya doce cucharadas de azúcar.

Mario volvió a su silla y sorbió nuevamente.
Miró extrañado a su interlocutor.
Y al notar que nada sucedía, se largó a reír. No dejó de comer rodajas de pan, cargadas de mermelada hasta que la mesa se hubiera vaciado de ellas.
Cuando hubo terminado el desayuno, pocas cosas transmitían mas satisfacción que su sonrisa.

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