Los hechos y/o personajes de esta obra son ficticios, cualquier similitud con la realidad es pura casualidad.

viernes, 5 de junio de 2015

TRÍO 4

Los tres chicos bajaron del camión con entusiasmo, fueron recibidos por la comunidad nativa. Poco tiempo después los guaraníes ya les habían solicitado sus remeras, estando con el torso desnudo les untaron aceites de diferentes tipos, volcaron en sus cabellos huevos batidos de especies que para ellos eran totalmente desconocidas, y al cabo de media hora, cuando ya la tarde moría en el ocaso, el ritual iba a comenzar...



Las casitas guaraníes tienen la particularidad de tener un techo de abundante paja que muchas veces incluso llega a constituir también las paredes. Al caer la tarde, el fuego estaba listo en una especie de fogón central, un puñado de nativos se sentaban alrededor con Kurugúes y Sikús, mientras otros preparaban el terreno zarandeando y haciendo pequeñas danzas.

- Qué es todo esto Nico?
- Ustedes dó querían algo nuevo y "cultural" no? Dejense ievar...
- Pero qué tengo que hacer?, adónde me pongo? qué hago?
- Sé vo mismo Rodri, el ritual te va a ir ievando... i con el ritual, vo nomás... - Respondió Nicolás mientras bailaba hacia el fogón.
- Calculo que debe ser una especie de "ritual de iniciación", como las que les hacen hacer a los varones cuando dejan de ser niños... - Retrucó Fernando a Rodrigo.

Rodrigo, mirando hacia un costado, vio a un niño Guaraní junto con a un "adolescente" que poseía un "Tembetá" en su labio inferior:

- Nos van a meter eso en la boca???!!! - Exclamó Rodrigo.
- No creo, nosotros no nos hicimos adultos acá... - Alcanzó a responder Fernando mientras dos nativos lo tomaban para escoltarlo. - Dejate llevar Rodri!!!
- Nooo no quiero que me perforen .... ! - Dijo finalmente Rodrigo

Nativos escoltaban a nuestros tres amigos hasta el círculo que se había formado en la fogata y los situaron equidistantemente, formando un triangulo cuyo centro era el fogón. La música se fue relentizando lentamente hasta detenerse.

Desde una cabañita cercana, se asomó el Payé, el curandero de la tribu y mediador del mundo espiritual,  sacudiendo un bastón con mil cosas colgando (Takuapú), y meneando una vincha robustamente adornada y sacudiendo al menos tres o cuatro collares que colgaban en su pecho, el Payé entró en el círculo formado por los músicos, que retomaron su ritmo con todo vigor.

De nuestros amigos, sólo Nicolás bailaba en su sitio, pero sin mucho ánimo dada la cara de seriedad del círculo que los rodeaba, Rodrigo sencillamente permanecía con la especie de túnica que le habían puesto, mirando con temor el fuego, y Fernando sencillamente estaba parado, sonriendo, viéndolo todo desde la quietud analítica de sus gafas.

El Payé comenzó a recitar en Guaraní, gritando, saltando, bailando y echando hojas diversas al fuego, que ardían lanzando humos de diferentes tonos. La música retumbaba cada vez más vigorosamente. El Payé daba vueltas al rededor de cada uno, Nicolás se reía a carcajadas, Fernando simplemente sonreía y Rodrigo empalidecía cada vez que se acercaba, buscando adónde tenía guardado el filo ese báculo que tanto zarandeaba para todos lados. La madera chisporroteaba verdes y azuladas chispas, El payé se untó las yemas de los dedos con una mezcla de color rojizo y pintó al trío de amigos en la frente, justo a la altura del nacimiento del cabello.

El ruido de la música ya lo envolvía todo y el humo  de colores comenzó a invadir terreno haciendo perder visibilidad,  El payé no dejaba de moverse ni un segundo, el fuego ardía hasta en siete colores diferentes al mismo tiempo y en ese instante el payé tomó una bolsa con una especie de polvo y lo vertió sobre el fuego. La visibilidad había disminuido a punto tal de que ya costaba visualizar incluso hasta a los mismos músicos del ritual, Rodrigo quiso retroceder, pero el fuego, que creció como una explosión de color magnífica, lo alcanzó antes de que pudiera dar un paso atrás, al igual que atrapó a Fernando y a Nicolás, quien se entregó de cabeza a él.

El fuego los envolvió por completo atrayéndolos a él como por una fuerza mística. Era alarmante pero a la vez fascinante, el fuego no quemaba al tacto y el trío se reunió en un único centro.




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